viernes, 28 de diciembre de 2007

La Nueva Roma

Hola a Todos!

Creo que ya no debo decir “Hola Argentinos”. Primero, porque ya estoy acá, y pude decir hola personalmente. Y además porque hay, al menos, un par de lectores que no son argentinos.

Esta vez estuve ausente por varias semanas, y no es que no haya tenido Internet, sino que varias veces amagué con ponerme a escribir y finalmente no lo hice. El lobby de un hostel no era un ambiente que me llamara a sentarme a escribir. El escuchar voces de todo el mundo me hacía pensar que quizás había cosas más interesantes que hacer en ese momento.

Hoy les voy a contar de mi fugaz paso por Washington, pero primero les cuento que llegué bien, que no tuve ningún problema en el viaje. Desde el momento en que salí del hostel hasta que llegué a mi casa en San Juan City, transcurrieron unas 22 horas, pero bueno, valió la pena. Los vuelos estuvieron bien, bastante puntuales, y no desesperé en ninguna espera. O sea, no desesperé, sino esperé.

Es muy importante y representativo que les relate mi llegada al aeropuerto internacional de Mendoza City. Fue muy gracioso desde el comienzo. Viajé en compañía de LAN, Líneas Aéreas Nacionales (Chilenas). Toda la tripulación trasandina, que es la forma en que un argentino denomina al Chileno, desde que se ubica cruzando Los Andes. Me divertí en todo el viaje escuchando los anuncios de las simpáticas azafatas y los señores pilotos. Su inglés parecía ser resultado de un curso por correspondencia. Al bajarme del avión, entro a la manga del aeropuerto y cuando aparezco en la recepción me encuentro con un paisaje muy argentino: colas. O debería decir, líneas, no vaya ser que piensen en otra cosa. Con mucho gusto y orgullo, me ubico en la que corresponde a “Argentinos”. Veo con cierto placer, también, que la cola de “Extranjeros” era importante. Y a los segundos la situación me hace recordar que sí, que es cierto que estoy en Argentina. La cola era para hacer el trámite de Migraciones. Es decir, para los argentinos significaba solamente entregar el papel que nos entregaron en el avión previamente completado por nosotros, juntamente con el pasaporte. Sin embargo, dicho proceso era llevado a cabo por un solo señor en cada cola. Por lo tanto, la línea de pasajeros se desplazaba a un ritmo muy poco parecido al ritmo con el que nuestros precios crecen. Entonces es cuando escucho –“Argentina tenía que ser! Esto solo pasa en Argentina… en cualquier otro país del mundo, así sea Perú, en el trámite de Migraciones no tenés que esperar treinta minutos!”

El comentario me causó mucha gracia, pero también me hizo recordar varias conversaciones que tuve en USA. Dudo que Argentina sea el único país del mundo donde hay que hacer tanta cola. No sé con certeza, pero sospecho que en Etiopía el trámite no debe ser muy distinto. Ya sé que la comparación es un tanto dispareja, pero el punto, es que además de lo gracioso de la situación, lo que vino a mi mente fue algo que muchas veces comenté estando allá: nuestros hábitos quejosos. Lo dejo acá.

Al terminar el trámite de migraciones, retiro mi maldito equipaje (la valijota grande ya no tenía manijas!) y me dispongo a hacer el trámite de Aduanas y Sanidad, consistente en pasar el equipaje por una máquina de rayos x, cuya pantalla era vigilada simultáneamente por agentes de aduanas y sanidad. Yo estaba con toda la esperanza que no tuviera problemas con las cositas que traje. Y al pasar, la muchacha que en ese momento personificaba al Estado Argentino me dijo “Señor, podemos ver la mochila?” F”$%!!, dije yo por mis adentros. Pero la situación que se dio a continuación fue totalmente argentina. Si bien ella tenía razón, el resultado fue nada. No voy a entrar en detalles (a ver si la muchacha lee esto!), pero el Estado me perdonó mis deslices aduaneros.

Lo mejor de todo fue cuando luego de encontrar a mi madre y hermana, que tomaron fotos para perpetuar el momento, nos sentamos en la cafetería del Aeropuerto (Internacional). Cuando a los diez minutos de sentarnos, el mozo se acercó a nuestra mesa, hicimos el correspondiente pedido. Ya no más sweet tea, ni hot chocolate, ni Dr. Pepper. Ahora, un jugo de naranja con dos medialunas. A los minutos, el mozo se acerca, y como quien está acostumbrado a decirlo, nos transmite: “Chicos, disculpen pero no nos queda jugo de Naranja”…

Sin comentarios…

Ahora que ya llegamos a Argentina, volvamos a Washington, que yo recordaré, como la Nueva Roma. Mármol, limousines, más mármol, indigentes. Es una ciudad simplemente imponente, impresionante, grandiosa. Mucho más, cuando la ciudad más importante que uno vio antes fue Buenos Aires. Bueno, en realidad también había visto Chicago, pero igual.


En Washington parece que alguien dijo al construirla “Muchachos, no escatimen en nada. Menos en Mármol! Ah, y que todo sea grande. Grande como América” Entendiendo por América, por supuesto, a los Estados Unidos de América. Si bien los edificios eran los imponentes, grandiosos y majestuosos, lo que transmitían era algo más que arquitectura. Era poder. Era ambición. Era pujanza. Era orden. Era civilidad. No sé si decir civilización.

Al ver semejantes edificios, donde el Gobierno Federal de EUA funciona, no había otra que tener una sensación de pequeñez. Nos guste o no nos guste, en esos mazacotes de mármol, denominados Capitolio y Casa Blanca se deciden muchas, muchas cosas que te afectan a vos, que vivís en EUA, a mí, que vivo en San Juan City, Argentina y a mi roommate Wan Hui, que vive en la República Popular de China. Cada vez menos, pero la sensación de estar sentado en una butaca en el recinto del Senado, es rara.

Se imaginarán que ya no recuerdo la cronología de mi visita, pero con ayuda de las fotos, voy a tratar de mostrarles más o menos lo que hice.

(Participantes del Congreso de Acupuntura)

Sí me acuerdo, que la primer noche fue llegar al hostel, dejar mis bártulos, comprar un locker y después salir a caminar. Como tantas otras veces el paso obligado de la noche fue MacDonalds. Después de eso empecé a caminar. El Hostel estaba a cinco cuadras de la Casa Blanca, así que podía ir caminando a cualquier lugar de los que quería visitar. Esa noche encontré la ciudad desierta. Además, lloviznaba. Al principio no encontré la Casa Blanca, pero sí el Obelisco, que es el monumento a Washington, después pasé por el Capitolio y al último encontré la casita de Jorgito Bush. Entre todo eso, estaban todos los edificios del gobierno federal. Habían algunos que ocupaban una cuadra entera, como de seis o siete pisos, con fachadas impresionantes. Llenos de grabados, gárgolas, inscripciones… Todo el tiempo pensando por qué se veía tan desierto todo. Al último me di cuenta que todo se veía desierto porque eran las once de la noche. Muy tarde en Washington.

(No es Buenos Aires. Es el monumento a Washington)

A Washington fui solamente dos noches, por lo que tenía solamente un día completo y dos pedacitos más que no servían para mucho. Así que el primer día que amanecí ahí me levanté bien temprano y me fui a ver los famosos monumentos. No es fácil describir todas las emociones que traen. Para el que no sabe, cosa que a esta altura es difícil, quizás sea necesario aclarar que para mí EUA no fue un país al que yo admirara precisamente. Sin embargo, los Monumentos pudieron transmitirme muchas cosas. Son muchos monumentos y memoriales que están situados en una lonja de tierra de casi cuatro kilómetros que se extienden entre el Capitolio y el Monumento a Lincoln. Recorriendo esa distancia es posible viajar desde la fundación de Estados Unidos hasta el presente, pasando por la guerra de Corea y Vietnam. No seré estadounidense, ni estaré de acuerdo con todo lo que hacen, pero presenciar sus tributos a los soldados que dieron sus vidas en estos monumentos era algo conmovedor. Vean algunas fotos, porque no me quiero extender taaanto.

(Recordatorio de la Guerra de Corea)

(Recordatorio de la Guerra de Vietnam)

Creo que cada persona tiene una experiencia distinta al visitar ese lugar. Quizás alguien visite y admire la arquitectura de esas construcciones. Otro quizás putee por toda la plata que habrán gastado en hacer todo eso. A otro le parezca feo, y a otro le de fiaca caminar tanto. A mi me produjo, como les dije, muchas sensaciones. Pero creo que lo que se respiraba más en el aire, era patriotismo. Sí, nada nuevo en Estados Unidos, pero ahí se podía sentir. Todos los nombres en la muralla del recordatorio de la guerra de Vietnam representan personas reales que dieron su vida. Algunos no tan gustosamente, pero muchos con toda la intención de entregar su bien más preciado, la vida, por el bien de su Nación. Algunas partes son aborrecibles. Pero todas esas vidas ofrecidas… hay que verlo.

Después de recorrer los monumentos, que no fue poco porque ocupan bastante y hay mucho para ver y pensar en cada uno, me fui al Museo de Historia Natural. En realidad pensé que me iba a interesar más, pero la verdad es asombroso. A esta altura ya se me confunden los museos a los que fui en Washington y NY, no sé qué es lo que había en cada uno. Después de haber estado un rato ahí, que me pareció muchísimo y en realidad fueron dos horas, seguí caminando y fui a la Biblioteca del Congreso. Lo primero que uno piensa es que pocas cosas hay sobre la faz de la tierra más aburridas que una biblioteca. Pero cuando esa biblioteca es una de las más famosas del mundo, ahí uno se entera por qué son tan famosas. Pongo acá un par de fotos, pero de la sala de lectura principal no se podía sacar, y eso era lo más impactante. Era simplemente esplendorosa. Uno está acostumbrado a que todo lo público está descuidado, venido a menos, maltratado… entonces cuando vi la biblioteca que era en sí una obra de arte… me sorprendió mucho.

Algo parecido con la Corte de Justicia. Mucho mucho mármol, un árbol de navidad, y creo que no me equivoco al decir, la sala de justicia más famosa del mundo entero. Ahí, frente a mí, las nueve sillas donde nueve personas toman decisiones que no sé en qué medida me afectan a mí que vivo en un país, digamos, soberano.

Y al último el Capitolio. Una vez más la cola para pasar por los rayos x, la revisión de los bolsos y el detector de metales. No importa, qué le hace uno más. Después un guía nos muestra la sala debajo de la cúpula principal, esa que pueden ver en el medio del edificio. Mostrando la fotocopia del pasaporte me dieron una entrada al recinto del Senado y otra al recinto de la House of Representatives, sería la Cámara de Diputados o algo así. Y ahí me llevé el chasco. En el senado deben haber habido 8 senadores. Pero sí, estuve ahí. Estuve sentado a unos metros de ellos mientras hablaban sobre subsidios a los alimentos o algo parecido. Pero cuando fui a la de diputados, ya no había nadie. Igual fue una sensación rara estar en esas salas. Tampoco se podía sacar fotos. Lo que me llamó la atención fue el bolso que había debajo de cada butaca donde uno se sentaba. Decía kit de emergencia. Supongo que estará ahí en caso que a uno se le ocurra visitar el Senado justo en el momento en que a algún pícaro se le ocurra atentar contra la vida de los representantes del pueblo americano.

La ciudad fue hermosa a su manera. También fue intrigante, grandiosa y fría. Pero el hostel fue una linda experiencia también. Conocí chicos de Chile, Venezuela, Brasil, Perú, Reino Unido… Algunos iban a trabajar, otros paseaban, otros conocían un poco de USA que no fuera Mississippi.

Les queda alguna duda de que ahora somos ciudadanos del mundo?

Disculpen la excesiva demora. Como muchos de ustedes sabrán, en los próximos días me trasladaré con rumbo al sur, lo que me demandó mucho tiempo estas últimas jornadas. Todavía no termino, pero quise cumplir con mi promesa de contarles un poco de Washington. Próximamente, quizás tal vez y a lo mejor, ponga algo de NY, pero en realidad ya los voy a invitar a que se acerquen por el nuevo blog, para que me (nos) acompañen en esta nueva experiencia.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Thanksgiving

Hola Argentinos!

A los que les pareció largo el post anterior, ahora les voy a hacer la vida más fácil. Como les había dicho, ahora les traigo la segunda parte del viaje a Chicago, que es la cena de Thanksgiving en la casa de Cotter.

Primero les cuento que ya terminé las clases y según mis cálculos (todavía no tengo todas las notas) ya aprobé tres de las cinco materias, y termino todo el Viernes que viene cuando rinda el último examen. Solamente tengo dos esta semana así que tengo bastante tiempo. Pero ese tiempo no es precisamente para estudiar, sino para despedirme. El próximo Domingo bien temprano me voy de Oxford, así que me quedan estos días para reunirme con la gente que conocí en este tiempo y despedirme. En esto no me voy a explayar, porque además no es el momento, pero yo resumo así: espero que no sea un “Chau” sino un “Hasta pronto”. Cuán pronto es otra cosa.

Vamos al grano. O al pavo y la cranberry sauce debería decir. Para ubicarlos les recuerdo que Cotter (ya deberían saber quién es, mi estudiante anfitrión) nos invitó a mí, Yvette y Michael a su casa para su cena de Acción de Gracias, que era el Jueves que llegamos de Chicago.

El viaje desde Chicago a Memphis fue una aventura en sí misma. Acá tengo que empezar bien por el principio porque es bien distinto. Acá el colectivo es la última, pero última opción, porque todos tienen auto, por lo que si el lugar al que quieren ir es más o menos cerca (seis horas se considera una distancia como para manejar) se toman el auto. Si es más de eso, entonces van a www.compratupasajeonline.com o algo así y se van por avión. Y si no, existe la posibilidad de irse en tren. Pero irse en colectivo? Mmm… mejor no. Y por qué? Bueno, nosotros lo descubrimos. Con esto no quiero decir que no nos gustó por una cuestión racista, pero la situación hablaba por sí misma. Al llegar a la terminal de la empresa (cada empresa tiene terminal propia) nos dimos cuenta de lo que se siente ser una minoría. Todo el mundo en ese lugar era negro. Eso ya nos impactó porque es una situación rara, es decir, uno inmediatamente se pregunta por qué pasa eso, no es algo totalmente normal que determinado medio de transporte sea utilizado por un solo grupo social. Al acercarnos al mostrador tuve una verdadera prueba de mis conocimientos de Inglés. La mujer en el mostrador no hacía un gran esfuerzo porque la entendiéramos, hablándonos, a la misma vez, en el tono más amable que podía ofrecernos en ese momento. Vale decir que no era muy convincente. Una vez que haciendo uso de muchos pares de oídos con máxima concentración pudimos comunicarnos con la señora boletera y conseguimos nuestros boletos, fuimos a la cola.

Es muy importante que les aclare que el hecho de hacer una cola a esta altura era algo, por lo menos, extraño. Y sí, ya nos hemos mal acostumbrado a que las cosas funcionen con eficiencia, a la organización meticulosa (obsesiva?) de todo, por lo que cuando fuimos a hacer la cola para subir al colectivo (media hora antes de que éste llegara) tuve una sensación de familiaridad que no supe explicar muy bien. Hacer una línea para esperar… esto me suena.

Todo esto que me demoré para decir que hicimos una cola es porque mientras estábamos en la cola pasó algo, digamos, interesante. En un momento viene otra señora amable con tonada no-me-importa-si-no-me-entendés para decirnos que teníamos que desplazar toda la cola, junto con nuestro equipaje, un metro a la izquierda. En pleno proceso, que ella conducía moviendo las valijas con gestos deliberadamente no femeninos, una de las pasajeras de nuestro grupo, distraídamente (o sea sin querer) se interpone en la fila de las valijas. Entonces pasó algo que me gustaría tenerlo en formato .avi (para la generación analógica léase: filmado), la mujer que corría las valijas se paró con las manos en jarra, desfiguró su cara lo mejor que pudo, y después de blanquear los ojos al mejor estilo novela colombiana le gritó a nuestra amiga (que todavía no se daba cuenta de lo que pasaba) “Eso es tan rudo. Eso es tan malo de tu parte! Correte del medio ya si no querés que te encaje el puño en la cara!” Cuando la chica reaccionó y se corrió del medio, con ayuda del tirón que le dí, la mujer, muy consideradamente le repitió todo lo anterior para que pudiera entender mejor. Bueno, por lo menos tengo que reconocer que la puteada se entendió bien clarito, algo es algo.

Fue muy interesante más allá de la puteada. Con ese “detalle” nos cayó la ficha de la situación entera. En ese momento nos sentimos totalmente fuera de lugar por motivos que son difíciles de explicar sin sonar racista o elitista o cualquier-ista. Lo cierto es que la mujer no le gritó a nadie más, y casi que fue amable con el resto de la gente. Pero nosotros empezamos el viaje con una fuerte sensación de “qué nos va a pasar a continuación”

Pero tranquilos, que a continuación no pasó nada. Bueno, más allá de que las rodillas nos quedaban encajadas en el asiento de adelante cuando subimos al colectivo. Y como al de atrás le pasaba lo mismo con tu asiento, era imposible reclinarlo 5 grados. Los que conocen mis actitudes de viaje sabrán que dormí lo mismo, por más que mi cuello después lo reclamara. Pero les aseguro que fue una gran alegría llegar a la terminal de destino. Muy, muy, incómodo. Pero bueno, let’s fast forward.

Finalmente llegamos a la terminal y nos dispusimos todos en círculo para admirar nuestras caras de viajé-diez-horas-en-greyhound , pero no nos hizo falta esperar mucho porque Cotter llegó al par de minutos. Ahí nos empezamos a sentir un poco personas de nuevo, cosa que completamos cuando nos pudimos bañar y desayunar. Y qué desayuno. Si bien la madre de Cotter nos dijo que era un desayuno inusual por ser Thanksgiving, yo sé que el de todos los días es bastante parecido. Harina de maíz con queso, chorizos, manzanas, café, jugo de naranja y alguna cosa más.

Nos dijo que comiéramos bastante porque la comida iba a estar un poco tarde. Lo que pasa es que con semejante comida que es la de Acción de Gracias tenés que unificar la cena y el almuerzo. Sería una falta de respeto al organismo almorzar antes de esa “cena”, o cenar después de ese “almuerzo”. Entonces se hase “alcena”. Yo creo que sería algo parecido a lo que hacemos en Navidad o año nuevo, pero la comida del sur es muy pesada. Mucha fritanga, y cosas pesadas. Por ejemplo, uno de los platos más típicos es el “Sweet potatoe casserole”, que tiene camote (o batata para los cordobeses), nueces, canela y otras cosas que la verdad no puedo distinguir. El famoso pavo con salsa de cranberry (arándano), de nuevo harina de maíz con algo, y no sé, habían varias comidas más. Muchos vinos distintos (entre ellos vinos mendocinos. San Juan, nos tenemo’ que poné las pila’!) (eh, escribo así porque nosotro’ hablamo’ así no’cieto?)


Buenísimo, comida real de nuevo! Y mucha. Pero ahora que les conté la parte gastronómica paso a la parte esencial de Thanksgiving. Voy a resistir la tentación de hacer el chiste que en realidad lo anterior es la parte esencial. Creo que no me equivoco al decir que en algunas personas esa confusión se ha dado, como pasa en Argentina con la Navidad. Para algunos se puede haber vuelto ocasión de pedir y hacer muchos regalos, comer y tomar mucho y saber que la ciudad entera va a organizar fiestas privadas (por lo que dejan de serlo). Pero así como también hay muchas familias que viven la Navidad con el original sentido religioso y/o familiar, acá también hay muchos que viven Acción de Gracias como lo que es.

El 22 de Noviembre se conmemora la primer cosecha conjunta entre Peregrinos y Aborígenes. Los primeros inmigrantes a América tenían ambición, coraje, visión y voluntad de sobra, pero experiencia en el arte de vivir en ese luego lugar es lo que les faltaba. Luego de varios intentos fallidos por domesticar la tierra, que los llevaron al borde de la muerte por hambre, los inmigrantes pudieron celebrar su primer cosecha porque los habitantes nativos los ayudaron y les enseñaron cómo hacerlo. Mi explicación seguramente tiene errores o detalles equivocados, pero básicamente se celebra ese momento como el símbolo del sustento que toda esa gente se pudo ganar del esfuerzo. Símbolo de la calidad de vida que toda aquella gente empezó a lograr, a partir de la total pobreza con la que empezaron. No se confundan, no tomen esto como mi declaración de apoyo a la totalidad de pensamientos de este país, pero tampoco se crean que les faltan motivos para conmemorar esa fecha y celebrar. Hoy la gente sigue celebrando en memoria de esa ocasión, pero muchos encuentran en esta fecha el motivo para celebrar y agradecer (Acción de Gracias) por la oportunidad que encontraron en EEUU. Es cierto que no todos tienen éxito en su búsqueda de “libertad” en este país, pero también es cierto que hay muchos otros que sienten un verdadero agradecimiento a este país, como conjunto de personas, por las oportunidades que recibieron. Un país, repito, no es un concepto abstracto, sino un número de personas que de ninguna forma puede pensarse como un todo homogéneo. Decir que los “yankees” son estúpidos, vagos, egocéntricos, ignorantes y etc. es tan cierto como decir que todos los argentinos son cagadores, deshonestos, arrogantes y demás.

Me gustó mucho el momento que pasé en la casa de Cotter. No sólo porque su familia me gustó mucho, me alegró mucho ver esta otra parte de la vida en Estados Unidos: la alegría de unirse con la familia. Pero también me gustó mucho porque pude entender un poquito más de esta costumbre. Me ayudó para darme cuenta una vez más que no-se-puede generalizar, que no se debe ser concluyente y cerrado al decir que por conocer un par de ciudades (y ver todas las horas de series y películas que quieras) se conoce esta cultura. Menos si se pretende generalizar la forma de ser de 300 millones de personas.


Bueno, voy a ir redondeando porque al final se va a ser igual de largo que antes, y ya los voy a cansar estos pensamientos que a fin de cuentas no son más que eso, mis propios pensamientos que perfectamente pueden estar mal, o al menos, ser distintos de los de ustedes.

Empecé a contarles y me fui directo a la cena, pero antes de eso pasó mucho tiempo, lo que pasa es que el colectivo llegó muy temprano: 7 de la mañana. Cuando llegamos a la casa, después de bañarnos y desayunar, los otros dos chicos se fueron a dormir una siesta pero yo ya estaba bien despierto (y había dormido bastante en el colectivo) así que decidí no dormir. Tuvimos con Cotter una charla muy interesante sobre muchas cosas de su sociedad, donde seguramente dije más de una cosa que si pensara más antes de hablar no hubiera dicho, pero entendí un poquitito más de cosas que antes no entendía en absoluto.

Después fuimos al lado de la estufa a leña, donde estaba su abuelo dorando nueces. Creo que eran nueces. Ahí el abuelo de Cotter me preguntó que si me gustaba Estados Unidos, que qué cosas me parecían buenas… uno de esos momentos, pero lo bueno es que cada vez encuentro más cosas que puedo decir honestamente.

Y después Cotter nos mostró uno de los “deportes” más típicos entre los “farmers”: “Clay pigeons shooting”, la verdad no sé el nombre en español pero es dispararle a platos de cerámica. Y yo pensé que no le iba a pegar ni a uno pero me fue bastante bien. Le debo haber pegado a la mitad o quizás más. Cometimos el error grupal de suponer que una holandesa habría tenido contacto con armas antes. Y así le fue. En ningún momento nos dijo que era su primera vez disparando, y la verdad, una escopeta de ese tipo no es la mejor forma de disparar por primera vez sin preguntar cómo se hace. La cosa es que la mina agarró la escopeta, apuntó y le disparó al platito, y nunca se molestó en, por ejemplo, apoyarse la culata en el hombro. Resultado: disparó, se asustó con la patada, ablandó los brazos y la escopeta le pegó en la cara. Chicas, no se hagan las machas y antes de disparar lo que sea, pregunten como se hace.


Bueno, como supondrán ya estoy cansado de escribir, pero además, más cansados deben estar ustedes de leer así que les dejo un par de fotos de la casa de Cotter, que en realidad es una granja.

(Banderas de Estados Unidos y Tenessee)


Creo que les conté lo más interesante que tenía para contarles.

Anoche fuimos a un tipo de despedida que nos organizó la Universidad. Fuimos a “Ground Zero” que es un bar de Blues, no las ruinas en New York gente! Es de Morgan Freeman, incluso estuve charlando un rato con él. Mentira. Estuvo muy bueno, la banda era muy, muy buena. Pero la verdad, no tengo ganas de poner fotos hoy porque aparte llevé la cámara y no saqué, viendo la gran cantidad de individuos que lo estaban haciendo por mí. Bueno, acabo de cambiar de idea y voy a poner algunas, pero las tomé prestadas.

(yo tampoco sé qué hace Daniel allá atrás)

Sé que es una mala costumbre esperar que los otros se comporten de la forma en que uno cree que deberían comportarse, o en la forma que uno se comportaría en la misma situación, pero de todas formas me parece que no está tan mal esperar que me escriban unos mails. Los de san Juan más o menos, porque nos vamos a ver el 22, pero los de Córdoba pónganse las pilas che! Bueno, quizás están tan ocupados que no leen el blog y por ende mi reto no les llega.

Supongo que durante la semana debería actualizar una y última vez desde Oxford, porque después no sé si pueda/quiera desde mi otra ubicación. Así que si no actualizo durante este tiempo, prometo hacerlo desde Barrick. Digo, San Juan.

Los quiero

Manu